¡¡¡ Untoria, Untoria, vas a hacer historia!!! Es el grito de
guerra de la familia najerina en Bilbao. El zaguero riojano, con la magnífica
compañía de Bengoetxea VI se ha calado la chapela de campeón del Campeonato de
Parejas de primera categoría. El najerino se ha hecho con el título sabiendo
aprovechar sus oportunidades.
Empezó enganchado al campeonato de Promoción. Cambió de vías
tras la lesión de Aretxabaleta y ha sido capaz de tirar como una máquina de
gran caballaje hasta convertirse en campeón. Sucede el riojano al título
logrado por Titín y Merino II y las voces de los técnicos apuntan a que el
zaguero de Nájera ha llegado a la cima para quedarse.
Sobre él pesaban todas las miradas en la cancha en el
momento en el que la pelota empezó a botar. Berasaluce II y Zubieta son dos
toros a los que había que darles primero un pase largo antes de ponerles las
banderillas. Tras un arranque eléctrico en el que nadie cedía en sus
intenciones, el delantero de Leiza daba muestras de garra y ayudas al najerino.
Pero Untoria no estaba ahí como pieza decorativa y empezo a soltar con las dos
manos hasta pasarse de frenada. Tal era su afán en buscar las losas altas y en
evitar la presencia de Pablito que fue a enviar la pelota en un par de
ocasiones a territorio prohibido.
Nada. No le pesó. El primero en animarle fue su compañero
Oinatz, multiplicado en faceta atacante y defensora. Un partido de diez.
Untoria no pudo elegir mejor día, mejor escenario, mejores rivales para dar
brillo a su triunfo, y cómo no, mejor compañero.
Bengoetxea VI atraviesa en
estos momentos un estado de forma inmenso. Superlativo. Y pronto el de Leiza
empezó a minar la resistencia de su par en la delantera. Zubieta sacaba su
poder a relucir, pero sus manos sonaban huecas por el rascacielos de trapo.
Untoria soltaba y dirigía hasta el punto de colocar tres pelotas en el
milímetro justo para que no entre una mano.
El 7-22 final que quedó clavado en el luminoso del frontón
fue producto de una estrategia muy bien urdida. Oinatz, serio, concienzudo y
primoroso en el remate. Logró dos ganchos geniales a resto y se ensañó en otras
fases cuando ya a Pablito le pesaba el orgullo herido. Dos pelotas mansas en el
ancho que no pudo levantar fueron la parte visible del estropicio que se les
avecinaba. En siete. Les hicieron un siete. También es cierto que el material
tuvo un hueco en la final.
Acaso no había excesiva diferencia entre ambos dúos,
pero si que la pelota de la pareja azul tenía menos tiro y el espacio se estrechó
entre delanteros y zagueros. Pablito y Aitor buscaron ganar el tanto y darle un
giro al partido. No hubo manera. No fueron capaces de moverse del siete. Uno a
uno fueron cayendo los tantos de manera inexorable para alegría de unos,
escozor de otros y la sensación general de que la final quedó diluida como la
leche en el café.
Con el 22 llegó la inmensa alegría para la legión de
riojanos que acompañó a Untoria hasta Bilbao. No le dejaron en paz hasta que el
joven campeón no tuvo más remedio que entrar en la sala de prensa. Para
entonces achuchones, abrazos y explosión de júbilo. Esta noche será larga para
Untoria, amigos y familia. Que dure.